Concentrarme en mí misma
Por primera vez en mucho tiempo, me tomé tiempo para concentrarme en mí misma, disfrutando de la libertad que ofrece la soledad. El crucero presentó muchas oportunidades para explorarme a mí misma, y las aproveché con gusto. Los paseos matutinos por cubierta, sin que nadie los interrumpiera, se convirtieron en un ritual cotidiano. Las promesas de rejuvenecimiento se susurraban en la brisa salada mientras escudriñaba cada rincón del barco. Apreciaba esta nueva libertad, que me daba la oportunidad de disfrutar de momentos de felicidad pura y sin diluir.

Centrarse en uno mismo
Una nueva alegría de vivir
Después de tomar clases de baile, pude disfrutar del spa a bordo e incluso entablar amistad con otra viajera que compartía mis nuevas ganas de vivir. Se llamaba Margaret, una animada jubilada con un espíritu tan aventurero como el mío. Entre margaritas y puestas de sol, intercambiamos historias de viajes. La tranquilidad del ambiente del balneario me proporcionó momentos de serenidad, en los que dejé que mi mente se alejara de las preocupaciones del pasado para centrarme exclusivamente en el presente.

Una nueva alegría de vivir