Permitiéndome hablar
Aunque nuestros hijos parecían preocupados, se guardaron sus preguntas, dándome la oportunidad de hablar primero. Respiré hondo, sintiendo la expectación colectiva. “Voy a contarles algo importante”, empecé, con voz firme pero segura. Todos los ojos estaban fijos en mí, y sus expresiones oscilaban entre la curiosidad y el miedo. Era un momento crucial; tenía que comunicar mi mensaje de forma clara e intencionada. La sala permaneció en silencio, lo que reforzó el impacto de mis palabras.

Permíteme hablar
Entregándole la carta
Después del crucero, le entregué la carta que había escrito, ahora totalmente actualizada con todos los detalles. Cuando la cogió, sus ojos se entrecerraron, desplegando las páginas con pesar. La habitación se quedó en silencio, cada palabra que oía se hundía en los pliegues de su frente. La carta lo resumía todo: nuestras finanzas, mis decisiones y las motivaciones que las impulsaban. Era un resumen exhaustivo de nuestra historia común y de mis planes para el futuro. Estaba claro que era un momento serio.

Entrega de la carta

